Se trata de un enmascarado cuya actuación se heredaba de padre a hijos y que iba delante del santo a la hora de la procesión. Su misión consiste en acompañar a los miembros del Ayuntamiento y de la Hermandad del Santo, provistos de unos cestillos en los que se depositan uvas frescas, pasas o dinero.
Una vez recorridas las casas del pueblo, asiste a la misa y una vez terminada, en la puerta de la iglesia, ya sin máscara, con la cabeza cubierta con un pañuelo y revestida de una capa castellana, empieza a repartir las pasas, ya bendecidas por el sacerdote, que se usan como medicina para los males de garganta.
Viste la botarga con pantalón y camisa blanca. Del primero cuelgan unas cintas rojas. No lleva gorro y cubre su cara con una máscara de cartón duro, pintada de colores vivos y con un gesto terrorífico. Esta botarga no lleva cencerros a la cintura ni a la espalda. Lleva una cachiporra con la que persigue a los pequeños arrojándola al suelo cuando pasa el gentío para que tropiece con ella.
Además, en esta fiesta los vecinos de Peñalver que se llaman Blas o Blasa, se encargan de dar a todo el que quiere probarlos, pestiños hechos con masa de trigo y abundante miel.