Si esta procesión sobrecoge por su silencio, y por las exclusiva luz de las velas con que se acompaña, impresiona además por los trajes típicos bargueños que visten mujeres y hombres de la localidad. El de ellas, completado por un mantón de manila, en muchos casos heredado de madres a hijas durante generaciones. La minuciosa colocación es admirable: doblado en pico, cruzado hacia atrás, pequeñas dobleces sobre la nuca se prenden con multitud de alfileres en el cabello. En las orejas, las “arracadas”, pendientes de inspiración mudéjar, y al cuello los aderezos, colgantes en forma de lazo, pluma o almendra. Todo ello, presente en las más de dos mil bargueñas que suelen acompañar la procesión.